Ana Morales y Andrés Marín ganan los Premios Nacionales de Danza 2022

Los Premios Nacionales de Danza 2022 reconocen dos trayectorias del nuevo flamenco, la ya consolidada del sevillano Andrés Marín y la brillante irrupción de la catalana Ana Morales. El jurado destacó la “búsqueda personal incansable, arriesgada y valiente” de su bailaora y el talento de su coreógrafa para “caminar en la línea entre la tradición y la vanguardia”. Los premios, que otorga el Ministerio de Cultura y Deportes a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM); Están dotados con 30.000 euros.


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“Estoy feliz”, dijo a este periódico Morales, quien fue captado en los ensayos por la llamada de la ministra de Cultura. “Hoy estrenamos una pieza en Barcelona, ​​Oklahoma, y ​​cuando salí de ensayo encontré mil mensajes, ahí me di cuenta de que algo pasaba”, explica esta catalana que se formó en Andalucía y que uno de sus primeros recuerdos ha sido precisamente para Andrés Marín, el otro ganador. “Es mi maestro de vida y de formación”, declaró.

Morales (Barcelona, ​​1982), que debutó en la Bienal de Flamenco del año 2000 en el espectáculo accesorios, también colaboró ​​en sus primeros años con Marín y formó parte de elencos como la Compañía Andaluza de Danza y el Ballet Flamenco de Andalucía. Años más tarde debutó como creadora y, hasta la fecha, ya ha firmado siete programas premiados, entre ellos Sin permiso, Canciones para el silencioy su reciente y muy aplaudido en la cuerda floja en 2020.

Este mismo mes de junio estrenó su nueva creación en el Théâtre de la Villette de París, Peculiar, que acaba de presentar también en el festival Grec de Barcelona y en el Teatro de la Maestranza de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Apodada como la novia del viento, esta bailaora representante de la neovanguardia del flamenco actual, afirma que una de sus claves cuando baila es “ser persistente con el concepto que tengo del arte flamenco, incidir sin vendiéndome Eso ha sido principal. No comercialices el flamenco, no montes un espectáculo. Hago un flamenco autobiográfico y sanador, quizás no para grandes masas, pero para transformar el baile y transformarme a mí mismo. Bailar es una reflexión sobre quién soy y sobre la vida”.

Marín (Sevilla 1969) empezó a bailar en la escuela del mismo nombre de su padre. Es uno de los representantes de lo que hace 25 años se llamó vanguardia en el flamenco, una línea artística que incluye nombres como Israel Galván. De formación autodidacta y sin adscribirse nunca a ninguna corriente, inició su carrera como solista en 1992. Entre sus creaciones destacan Más allá del tiempo (2002), El amanecer del último día (2006), el cielo de tu boca (2008), La pasión como tu miras (2010), D.Quijote (2017), la vigilia perfecta (2020) año éxtasis del delirio (2021).

“El premio me ha pillado haciendo cosas en mi casa de Conil, ni sabía que hoy fallaban. Tanta felicidad y también sorpresa. Siempre he estado en la independencia”, declara a este medio. Ante la pregunta de si la independencia está reñida con los premios, Marín afirma: “Siempre he apostado por la vanguardia, por la apertura, desde una estética que no se asemeje a la tradicional. Y eso cuesta más que cuando estás en un sistema. Así que estoy doblemente feliz por el premio. Lo más importante es seguir siendo íntegro, que es lo que he hecho toda mi vida, y sin pretensiones”.

Mirando atrás, Marín no puede evitar recordar los inicios con su padre y su madre, la cantaora Isabel Vargas: “Crecí en compañías como la de Juan Valderrama, recorriendo los caminos de una España en blanco y negro. La experiencia de la infancia es muy importante. Recuerdo esas emociones, observando todo eso y cómo, en cierto modo, eso también me envejecía”, recuerda este creador que luego trabajaría con gente de la vanguardia musical como Llorenç Barber, con el bailarín de hip-hop Kader Attou o con el propio Bartabás del Teatro ecuestre Zingaro de París.

Reflexionando sobre la evolución del arte flamenco en estos más de cuarenta años de trayectoria, Marín cuenta a este diario que “el flamenco es un arte vivo, no un folklore. Hemos recorrido un largo camino. Se baila muy bien. A veces tiene razón y otras veces no, pero tiene que seguir caminando hacia adelante, no puede imitar o querer representar un tiempo ya pasado. Y el público, creo, lo entiende así. Algo melancólico se puede hacer, pero estamos en el siglo XXI. Al mismo tiempo hay que cuidar a los mayores, son historia, de ahí también hay que beber, y hay que valorarlos, que te sientas querido”. El creador que acaba de presentar una pieza, Yarinen el Teatro Central de Sevilla en el marco de la Bienal de Flamenco, junto al dantzari Jon Maya, una pieza en la que dos hombres buscan una raíz común en sus bailes, “para convivir y encontrarse hace falta respeto y dejar muchas cosas atrás , y me refiero al baile”, concluye.

El jurado de los Premios

El jurado, presidido por el director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Joan Francesc Marco, y el subdirector general de Música y Danza, Antonio Garde, en calidad de vicepresidente, estuvo compuesto por los siguientes miembros : la bailarina y coreógrafa Catherine Allard; el director de la Bienal de Flamenco de Sevilla, José Manuel Blanco; el director artístico del Festival Dansa València; María José Mora; Joaquín de Luz, bailarín, coreógrafo y director de la Compañía Nacional de Danza (CND); la bailarina, coreógrafa y Premio Nacional de Danza 2007 en la categoría Creación, Carmen Werner; Rosa San Segundo Manuel, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid, a propuesta de la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género; y los artistas reconocidos con el Premio Nacional de Danza 2021: Sol León, en la modalidad Creación, y Patricia Guerrero, en la modalidad Interpretación.

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