Así es la ingeniería española a bordo del telescopio James Webb

“Cuando dicen: ‘Vamos a diseñar un telescopio para ver el Big Bang’, uno piensa: ‘¿Qué?’”, dice el científico de James Webb, Matt Mountain, en el documental. El Súper Telescopio James Webb que se estrenó el 16 de octubre en National Geographic. “Nos ha llevado mucho más tiempo de lo que esperábamos hacer todo, pero este es el telescopio más complejo que la humanidad haya creado jamás”.

Breve historia de James Webb

En 1995, su predecesor, el Telescopio Espacial Hubble, entró en lo que parecía un lugar vacío. Después de 10 días de mirar en la oscuridad, el telescopio de repente reveló miles de galaxias en una imagen llamada Campo Profundo del Hubble. “Había miles de galaxias en una zona del cielo cuya existencia, hasta entonces, era incluso desconocida”, dice Charles Bolden. “Eso nos recordó que no sabíamos nada”.

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“Tienen características muy diferentes, el objetivo del Hubble era principalmente tomar fotografías en el visible, y el de James Webb está dirigido a los rangos ultravioleta e infrarrojo cercano. Esto hace posible ver, a través del polvo de estrellas, cosas que están más allá y que no se pueden ver con telescopios normales. Con este telescopio verás objetos muy lejanos y, por tanto, muy antiguos”.

Después de viajar con Hubble hasta 500 millones de años luz del Big Bang, James Webb está diseñado para viajar hasta 200 millones de años luz desde la explosión, y lleva a bordo tecnología que le permitirá ver mucho más lejos. Viaja 3000 veces más lejos para revolucionar la forma en que vemos el universo. Y para ello han participado científicos de todo el mundo, incluidos españoles.

el telescopio de origami

Además, “el espejo del Hubble tenía solo 2,4 metros en comparación con los 6 metros de James Webb. Cuanta más luz recoge, más información puede percibir de fuentes de luz más débiles. Un espejo que, siendo tan grande, no cabría ni en ningún cohete, por eso está plegado en fragmentos”, explica Pereira. Este diseño, para poder llegar a su destino, le dio el nombre de telescopio de origami. Doblado en la punta del cohete que lo transportaba, se abrió en el espacio a 1.600.000 kilómetros de la Tierra.

Su lanzamiento estaba previsto para 2007. Después de muchos años de contratiempos, la primera prueba del telescopio fue en 2017. Para hacerlo posible, tuvo que trasladarse por todo Estados Unidos, desde Maryland hasta Houston. Allí, en una cámara construida en la década de 1960 para realizar pruebas para el programa Apolo, fue la primera vez que todos los espejos del telescopio juntos alcanzaron la temperatura a la que operaría el James Webb. Sólo para alcanzar la temperatura tomó 30 días. Justo al alcanzar las condiciones para la prueba, el huracán harvey Houston devastado. Si se hubiera perdido la energía en la cámara, el daño a la misión por el cambio repentino de temperatura podría haber sido devastador.

El aspecto criogénico de la misión.

Uno de los mayores retos que presenta este telescopio es la necesaria baja temperatura, precisamente uno de los campos en los que ha entrado en acción la tecnología española. El motivo de tener que trabajar a estas temperaturas casi inimaginables es que para que el infrarrojo capture la luz del universo, esta no puede ser alterada por el calor que emiten los cuerpos circundantes, incluidos los propios sistemas del telescopio. Por eso el diseño del James Webb parece un barco, una forma que permite que mientras el lado que da al sol alcanza los 110ºC, el telescopio se mantiene a unos gélidos -236ºC.

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“La razón de la temperatura es el ruido que provocan las partículas en movimiento debido al calor. Por eso los telescopios siempre se enfrían”, explica Pereira.

Aunque la prueba de la cámara funcionó como se esperaba, un año después el telescopio sufrió un nuevo percance en la prueba de vibración que simulaba el despegue. Un presupuesto 19 veces superior al original y un retraso de 14 años no facilitaban el avance.

Pero finalmente, en septiembre de 2021, el James Webb viajó otros 9.000 kilómetros por mar para cruzar la costa sudamericana y llegar a la base de lanzamiento de la Agencia Espacial Europea en la Guayana Francesa, donde fue colocado en el cohete Ariane 5.

Aún así, todo eso fue la parte menos complicada de la misión. Según los expertos, en cada misión espacial suele haber entre 5 y 10 cosas críticas que, si fallan, significan un gran problema. En el James Webb, en cambio, hubo 344 puntos de fallo. Además, otro de los grandes retos es que, si algo falla, quedará demasiado lejos para que cualquier astronauta viaje a repararlo.

Pero al final, todo salió según lo planeado y en febrero, el telescopio ya estaba a 1.600.000 kilómetros de la Tierra. Solo restaba alinear los 18 espejos a bordo del James Webb, algo que se logró a mediados de marzo pasado. Los expertos no sabían lo que verían, pero sabían que nunca se habría visto.

La aportación española a bordo del James Webb

“Dentro de cualquier satélite hay dos partes: una es el vehículo y otra es la carga útil o instrumentos. Hemos trabajado en uno de los instrumentos, que se llama NIRSpec”, explica Pereira.

“La mayoría de los satélites se enfrían con helio líquido, algo que limita la vida del satélite ya que, cuando se acaba el helio, ya no pueden hacer más observaciones”, dice Pereira, quien explica que este satélite, sin embargo, está diseñado y colocado en este lugar para evitar el calor.

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