Bitcoin, el nombre que se le dio a la primera criptomoneda, no es sostenible. El impacto ambiental de la convocatoria minería de esta criptomoneda digital ya es equivalente al que provoca la producción de carne de vacuno a escala global e implica gastar más electricidad anual que Austria o Portugal, según un análisis publicado en la revista Naturaleza.
Los expertos sugieren que en lugar de considerar al bitcoin como una especie de oro virtual, se debería comparar con productos mucho más terrenales (metales y materias primas) cuya extracción o producción consume enormes cantidades de energía y contamina el aire, el agua y el suelo.
Alrededor del 61% de la minería de criptomonedas consume electricidad producida con carbón y gas natural, combustibles altamente contaminantes, recuerdan los autores en un comunicado de prensa.
Bitcoin es una moneda digital oculta (de ahí el prefijo criptodel griego oculto). A diferencia de una moneda real, las criptomonedas no se acuñan, sino que se extraen del mundo virtual, como un metal precioso. Y, como ocurre con los metales preciosos, la cantidad de bitcoins es limitada: hay 21 millones de bitcoins, de los cuales ya se han minado más de 19 millones.
En la búsqueda del oro, los mineros realizan innumerables pruebas sobre el terreno para encontrar una veta del preciado metal. En la búsqueda de bitcoins, el terreno es un rompecabezas gigantesco de bloques matemáticos y las degustaciones son millones de cálculos informáticos. Las monedas se extraen, se extraen, resolviendo ecuaciones.
El poder de cómputo es esencial para resolver esos acertijos matemáticos detrás de los cuales se esconde la moneda. Es un enorme rompecabezas inventado en 2008 por Satoshi Nakamoto, seudónimo del programador o grupo de programadores que inventaron esta moneda oculta.
Quien descifra un bloque y lo agrega a la cadena (cadena de bloques), mina bitcoin. El certificado que da fe de esa extracción –y de la propiedad del bitcoin– no lo emite ninguna autoridad o banco central, sino el resto de los mineros.
La minería de criptomonedas requiere una red de millones de computadoras encendidas las 24 horas del día, los 365 días del año. Cuantas más computadoras tenga un minero, más oportunidades tendrá de minar bitcoins: pura fuerza bruta computacional. En el campo de la minería tradicional, sería la diferencia entre un pico y una tuneladora.
Por ello, en los últimos años ha proliferado la denominada granjas minerasinstalaciones con cientos de ordenadores trabajando en red… y consumiendo energía.
Más electricidad que Austria o Portugal
Es bien sabido que los procesos para generar esta criptomoneda involucran un uso intensivo de energía, pero no estaba claro el alcance del daño climático atribuible a bitcoin. Se trataba pues de calcular dos cosas: el perjuicio económico que provocan las emisiones de CO2 necesarias para extraer la moneda y el impacto en la economía de la crisis climática provocada por esas emisiones.
El investigador Benjamin Jones y sus colegas han presentado estimaciones económicas de los daños causados por la minería de bitcoin entre enero de 2016 y diciembre de 2021. En su análisis informan que en 2020 esta actividad minera utilizó 75,4 teravatios-hora de electricidad al año. (TWh/año), un consumo superior al de Austria (69,9 TWh/año) o Portugal (48,4 TWh/año).
Los autores evaluaron el daño climático de bitcoin en función de tres criterios de sostenibilidad: si el daño aumenta con el tiempo; si el precio de mercado de bitcoin supera el costo económico del daño causado; y cómo se compara el daño causado por cada moneda extraída con el daño causado por otros sectores y materias primas.
Un bitcoin vale unos 21.000 euros esta semana. A diciembre de 2021, el volumen total de bitcoin tenía un valor de mercado de aproximadamente 999 mil millones de euros, con una participación global del 41 % entre las criptomonedas.
El valor de mercado actual de todo el pool de bitcoin ha caído a unos 378.000 millones de euros –el famoso pinchazo de la burbuja de las criptomonedas–, pero esta moneda mantiene su cuota global en torno al 41% en ese mercado.
Los investigadores han descubierto que las emisiones contaminantes de la minería de bitcoin se han multiplicado por 126, de 0,9 toneladas de emisiones por moneda en 2016 a 113 toneladas por moneda en 2021.
Los cálculos sugieren que cada bitcoin extraído en 2021 costó 11 764 € en daños climáticos, con un total global de daños que ronda los 12 500 millones de €.
El daño alcanzó un máximo del 156% del precio de la moneda en mayo de 2020, lo que sugiere que cada euro del valor de mercado de bitcoin extraído causó un daño climático global por valor de 1,56 €.
Es un caso nuevo en el que unos pocos se embolsan un beneficio económico (se privatizan las ganancias) y el resto del mundo, de una forma u otra, paga –pagamos– el daño causado (se socializan las pérdidas).
Por último, los autores compararon el impacto climático de bitcoin con el de otras industrias y productos. En concreto, con la generación de electricidad, la refinación de crudo, la ganadería y la minería de metales preciosos.
El impacto climático de bitcoin se situó en una media del 35 % de su valor de mercado entre 2016 y 2021. Una proporción menor que el impacto de la electricidad generada con gas natural (46 %) y la gasolina a partir de crudo de petróleo (41 %).
Sin embargo, el impacto es mayor que el de la producción de carne vacuna (33%) y la minería aurífera (4%). Los autores concluyen que bitcoin no cumple con ninguno de los tres criterios clave de sostenibilidad con los que lo evaluaron y que se necesitan cambios significativos, incluida una posible regulación, para que la minería de bitcoin sea sostenible.
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