Cuando estudiaba en el Colegio Alemán de Vigo -compartía clase con dos miembros de Siniestro Total- soñaba con trabajar con los leones de África, aunque se impuso su vena investigadora y finalmente se decantó por Medicina, una buena carrera, dice, para los que quieren dedicarse a la investigación. Actualmente, el médico Félix Viana de la Iglesia (Vigo, 1960) codirige el Grupo de Transducción Sensorial y Nocicepción del Instituto de Neurociencias (UMH-CSIC) de Alicante, al que se incorporó en 1997. Su laboratorio estudia los eventos fundamentales implicados en la detección de estímulos térmicos, mecánicos y nocivos por parte del sistema nervioso periférico. y trata de entender los mecanismos de dolor crónico, al intentar identificar nuevas dianas analgésicas para el tratamiento. El pasado mes de julio, la revista “Brain” publicó un estudio de su grupo que demuestra que el tratamiento previo con un antagonista del receptor sigma-1 previene los efectos secundarios del oxaliplatino, uno de los componentes de la quimioterapia, en ratones con cáncer de colon. De la Iglesia estudió Medicina en la Universidad de Santiago y recibió un Ph.D. en Fisiología y Biofísica de la Universidad de Washington. Ocupa cargos editoriales en varias revistas líderes, como “Channels” y “The Journal of Neuroscience”.
–¿Se ha avanzado mucho en la comprensión del dolor?
-Ha habido muchos avances en el sentido de entender los mecanismos del dolor, pero ese conocimiento no se ha traducido en el desarrollo de terapias. Desafortunadamente, nos estamos moviendo más lento de lo que nos gustaría en el diseño de nuevos medicamentos para el dolor.
-¿Por qué?
–Hay varias razones posibles. El dolor tiene componentes biológicos o sensoriales, que podemos comprender mejor, pero también componentes emocionales, de aprendizaje cognitivo, que son más complejos de resolver. Además, seguramente los mecanismos del dolor sean diferentes según la enfermedad. Puedes tener dolor por herpes o dolor por el tratamiento de quimioterapia, y seguramente los mecanismos del dolor no sean los mismos, haciendo imposible encontrar la varita mágica que los cure a todos. Luego hay otro problema: trabajamos con modelos animales y muchas veces un fármaco funciona muy bien en estos modelos experimentales y sin embargo no en humanos.
–Mucha gente sufre dolor crónico, pero ¿se da la misma prioridad al tratamiento del dolor que a la enfermedad que lo provoca?
– El dolor crónico es una pandemia silenciosa, si se quiere, porque hay un porcentaje muy alto de población que lo padece y tiene unos costes socioeconómicos y emocionales enormes. Por supuesto, casi nadie muere por el dolor, pero la discapacidad que genera es enorme. Lo padece un porcentaje muy alto y aumenta con la edad, y tenemos una población cada vez más envejecida, que es un problema que no va a mejorar, sino a empeorar. Desde el punto de vista epidemiológico, vamos a tener más gente con problemas de dolor crónico porque aumenta con la edad y estamos viviendo más.
“Ha habido avances en el conocimiento del dolor, pero esto no se ha traducido en nuevas terapias”
–El grupo que codirige ha conseguido prevenir el dolor neuropático asociado a la quimioterapia en ratones con cáncer de colon. ¿Qué implica esto?
–Como dice mi hija, soy doctora de ratones, porque, aunque estudié Medicina, mis pacientes son ratones. Y en ese sentido quiero ser cauteloso porque de repente dicen: “Han descubierto cómo prevenir el dolor neuropático”. Pues bien, en un modelo experimental hemos tenido muy buenos resultados en la prevención del dolor neuropático provocado por un fármaco específico, un derivado del platino utilizado en el tratamiento del cáncer colorrectal. Los ratones a los que les administramos este fármaco, que es un antagonista de la proteína sigma-1, mientras toman el quimioterapéutico muestran muchos menos síntomas dolorosos que los ratones de control. Sin embargo, no podemos concluir que funcionará para todos los dolores neuropáticos. Precisamente el siguiente paso es intentar ver si este mecanismo funciona igual con otros tipos de dolor neuropático. Ahora estamos viendo si este mecanismo puede traducirse en un modelo de dolor neuropático mediante la comprensión.
–¿Cuál es la situación de la investigación en neurociencia en España?
–La investigación, no solo en neurociencia, sino en general, está subfinanciada. Tenemos serios problemas de financiación. Una parte importante de nuestra financiación es la convocatoria de proyectos que realiza cada tres años la Agencia Estatal de Investigación, a la que normalmente optan todos los grupos de investigación españoles. El último tiene diez meses de retraso. Sin financiación estable es muy difícil trabajar, porque de repente no puedes pagar al personal y se quedan en la calle si no tienes financiación alternativa. No estamos donde deberíamos estar por potencial económico y tamaño, aunque se está trabajando mucho. Creo que hay un muy buen nivel de neurociencia y se está haciendo una investigación excelente, pero con muchas carencias y limitaciones. Se podría hacer mucho más.
–¿Se debe fomentar el mecenazgo?
– El mecenazgo, en comparación con otros países, también es una limitación. Deberíamos animar a los españoles ricos a mirar más hacia la investigación, que es una inversión. No debe verse como un gasto, sino como una inversión que se amortiza a medio-largo plazo.
“Vamos a tener más gente con problemas de dolor crónico porque aumenta con la edad y cada vez vivimos más”
– ¿Cómo detener la fuga de cerebros?
–Invertir más para que los investigadores se queden. Terminé Medicina y no fue una carga para mí irme a Estados Unidos, donde estuve 16 años. Creo que es importante salir de tu zona de confort y exponerte a nuevos retos y diferentes culturas científicas. Creo que casi todos los científicos están a favor de esto. Sin embargo, no tiene mucho sentido capacitar a las personas y luego no darles la oportunidad de regresar. Esto es un desperdicio. Pero si te ofrecen unas condiciones que no tenemos en España y tienes una financiación más estable, es normal que no vuelvas.
¿Siempre quisiste ser neurocientífico?
-La verdad es que no. Lo que me gustaba eran los leones de África y la zoología, pero en ese momento los biólogos tenían poca oportunidad en la investigación, que es lo que realmente me interesaba. Hablo del año 77. Entonces, el destino de un biólogo era ser profesor de secundaria y eso no me motivaba. Si quería investigar, estudiar Medicina era una buena opción, y lo sigue siendo hoy. De hecho, al estudiar medicina, pasé más tiempo en los departamentos de ciencias básicas que en los clínicos. Me atraía más entender cómo funciona el cuerpo humano que la medicina clínica.
–La pandemia de la COVID-19 ha sacado del laboratorio el trabajo científico y ha despertado un interés por la ciencia que antes no existía. ¿Crees que se quedará?
-Es cierto que la pandemia ha despertado interés y que el ciudadano se ha dado cuenta de que el trabajo de investigación que se realiza en laboratorios y hospitales es fundamental. España tiene un nivel sanitario muy bueno, pero la investigación es fundamental para seguir adelante, como se ha visto con la pandemia. De repente necesitas algo nuevo vacunas y esto, si no inviertes y no tienes personal capacitado, no lo vas a lograr.
–¿Qué papel diría que ha jugado la investigación española en este contexto?
-Los grupos de investigación españoles han hecho un buen trabajo. Sin embargo, a la hora de desarrollar las vacunas nos encontramos con que en España no teníamos la capacidad o había pocas posibilidades de trabajar con primates no humanos y había que probar estas vacunas en este tipo de modelo. Luego, también hay algo así como un factor de suerte en toda investigación. Francia, el país de las vacunas, no ha conseguido conseguir ninguna.
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