el origen de la pérdida de control

¿Alguna vez has hablado o reaccionado sin pensar, lastimando a alguien? Pocos eventos pueden desencadenar consecuencias tan negativas como perder el control de nuestro comportamiento. ¿Qué sucede en el cerebro en esas situaciones?

Neurobiología de la impulsividad: el origen de la pérdida de control

Última actualización: 11 octubre, 2022

¿No tienes la sensación de que a veces es como si dentro de nosotros vivieran dos personas? Hay quien es juicioso, reflexivo y tranquilo. El otro actúa por impulso y automáticamente, sin que tengamos la oportunidad de ejercer control sobre él. La impulsividad es ese incómodo enemigo que nos lleva hacia comportamientos desregulados de lo que luego nos arrepentimos.

A veces, nos encontramos asaltando el refrigerador por la noche, impulsados ​​por una ansiedad desenfrenada que nos hace comer cualquier cosa. En otras ocasiones, la mente impulsiva es la que toma decisiones precipitadas por nosotros, haciéndonos cometer errores monumentales.

Nos encantaría tener siempre ese enfoque pensante y meditativo que reflexiona antes de actuar. Sin embargo, nadie está exento de ser dominado en algún momento por ese otro yo que reacciona espontáneamente sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos.

¿Por qué pasó esto? ¿Qué sucede en el cerebro de ese niño tan impulsivo que nos cuesta tanto educar e inculcarle una actitud más reflexiva y relajada? Lo analizamos a continuación.

El comportamiento impulsivo es bastante común en niños y adolescentes. Sin embargo, a veces puede convertirse en un problema cuando surgen comportamientos que son problemáticos y contraproducentes para ellos mismos y para los demás.

La corteza cerebral prefrontal (CPF) alcanza su desarrollo a los 24 años, cuando el control de los impulsos es completo.

neurobiología de la impulsividad

Podemos definir la impulsividad como ese conjunto de reacciones inesperadas, excesivas e irrazonables que llevamos a cabo ante cualquier situación. Lo que experimentamos es un comportamiento casi automático ante un deseo o una necesidad. Nos dejamos llevar por una emoción latente sin tener en cuenta las consecuencias de dichos actos.

Es cierto que todos, en algún momento, nos hemos visto en este tipo de situaciones. Especialmente en nuestros primeros años. Y que sea así no es casual. El comportamiento impulsivo es común en niños y adolescentes porque su corteza prefrontal no termina de madurar hasta los 24 años. Esta región cerebral es la encargada de ejercer las funciones ejecutivas y el comportamiento regulado.

Además, también hay que señalar que la impulsividad está presente en numerosos trastornos psicológicos. Adicciones, ansiedad, depresión, trastorno bipolar, desorden obsesivo compulsivoasí como el trastorno del control de impulsos o el trastorno antisocial tienen esta misma característica.

Aunque está claro que no toda conducta impulsiva revela un problema mental, la pregunta es: ¿qué sucede en el cerebro cuando actuamos de esta manera? Profundizamos en la neurobiología de la impulsividad.

Somos impulsivos por diferentes razones

La impulsividad surge en nuestro registro de comportamiento por diferentes motivos. Conocer estos desencadenantes es fundamental para aplicar diferentes técnicas de intervención. Echemos un vistazo a esos tipos:

  • La personalidad impulsiva. A menudo, la educación recibida o el contexto en el que hemos sido criados y educados favorecen este enfoque intolerante de frustración y responde automáticamente.
  • La impulsividad de respuesta es otra tipología y tendría un origen biológico.. En este caso, vemos individuos incapaces de modular sus respuestas, de aplicar el autocontrol e incluir un enfoque más racional.
  • La impulsividad de elección define aquellos comportamientos en los que una persona es incapaz de retrasar los refuerzos y las gratificaciones.. Son personas que buscan el disfrute inmediato y que caen en conductas adictivas.

Sistemas dopaminérgicos y serotoninérgicos alterados

A investigar de la Universidad de Yale ha profundizado en la neurobiología de la impulsividad. Ahora sabemos, por ejemplo, que uno de sus desencadenantes radica en la desregulación de los sistemas dopaminérgico (DA) y serotoninérgico (5HT).

Esta alteración en la liberación de dopamina y la serotonina hace que las personas tengan problemas para regular y controlar su comportamiento. La corteza cerebral pierde operatividad y queda sujeta a mecanismos impulsivos.

El péptido de la impulsividad

Un péptido es un tipo de molécula formada por la unión de varios aminoácidos. Bueno, este dato es interesante, porque se ha descubierto que el péptido MCH, que también actúa como hormona concentrando la melatoninaa su vez media nuestra impulsividad.

así que en un estudiar publicado en la revista Nature Communications se ha demostrado cómo el MCH activa o regula la impulsividad a través de las neuronas hipotalámicas laterales. Comprender estos sustratos neurales de la neurobiología de la impulsividad facilita el desarrollo de tratamientos cada vez más novedosos para tratar conductas desreguladas o problemáticas.

Las personas con problemas para controlar la ingesta de alimentos presentan una alteración en la producción del péptido MCH, que tiene 19 aminoácidos y se encuentra en la zona hipotalámica lateral.

La educación temprana en el control de los impulsos evitaría que los niños desarrollaran muchos problemas de conducta en el futuro.

El origen genético y por qué algunos niños nacen más impulsivos

Si hay un dato que sería de gran utilidad es detectar precozmente quién tiene una mayor tendencia a la conducta impulsiva. Esto nos permitirá dar pautas educativas desde la infancia; El objetivo será prevenir diferentes problemas asociados a la salud mental.

Por muy llamativo que nos pueda parecer, en unos años parece que seremos capaces de llevarlo a cabo. La Universidad McGill ha desarrollado una técnica para diagnosticar a los niños pequeños que corren mayor riesgo de comportamiento impulsivo. los investigar De momento se encuentra en fase experimental, pero se ha podido detectar la presencia de varios genes en el córtex prefrontal y el cuerpo estriado que median este tipo de patrón.

Identificar esta firma neurobiológica facilitaría, por ejemplo, desarrollar programas específicos para educar en el control de los impulsos, la resistencia a la frustración y la correcta gestión emocional. Esto sería especialmente beneficioso para que determinadas personas no sufran problemas futuros.

Para concluir, cabe señalar que ahora comprendemos mucho mejor los mecanismos de la neurobiología de la impulsividad. Cada uno de nosotros puede trabajar y mejorar esa característica que, al fin y al cabo, nos lleva al malestar, al arrepentimiento ya vivir con una versión de nosotros mismos que no nos gusta. Evitémoslo.

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