Terapias con células madre, biomarcadores… La investigación biomédica llegó para revolucionar la medicina y traer grandes esperanzas de cambios significativos en la práctica clínica. También en cardiología. Pero, ¿se han cumplido las expectativas, después de las primeras décadas del siglo XXI? El Congreso de Salud Cardiovascular SEC22 ha intentado…
Terapias con células madre, biomarcadores… La investigación biomédica llegó para revolucionar la medicina y traer grandes esperanzas de cambios significativos en la práctica clínica. También en cardiología. Pero, ¿se han cumplido las expectativas, después de las primeras décadas del siglo XXI? El Congreso de Salud Cardiovascular SEC22 ha intentado dar respuesta a esta pregunta en un simposio.
Primero, Antoni Bayés Genis, presidente de la Sociedad Catalana de Cardiología y especialista en el Hospital Universitario Germans Trias I Pujol de Badalona repasa el contexto de la terapia con células madre en los últimos años. “Empezamos hace 20 años, había una especie de lucha por hacer un ensayo clínico para ser los primeros en salvar la vida de nuestros pacientes, sin tener una base sólida”.
El problema es que, como dice Bayés, había tanta prisa por conseguir resultados que se hicieron mal las cosas. “En 2018 salió a la luz que el Dr. Piero Anversa había falsificado una gran cantidad de resultados en 30 artículos fundamentales”, recuerda. Semejante noticia significó dejar de lado todo lo que se había hecho en el campo de las células madre, “haciendo que tengamos que restablecer el campo”, agregar. “Había que volver a los orígenes, identificar beneficio clínico, in vitro, partir de modelos animales, validar en modelo preclínico e ir a humanos. En definitiva, hacer las cosas con la serenidad que nos da la investigación básica y traslacional”, dice el investigador.
Así que la terapia de reparación del corazón ha pasado de ser una primera generación muy prometedora “simplemente usando células mononucleares” desde la sangre hasta la segunda y tercera generación que incluyen principalmente células iPS y partes de ARN, exosomas y otras estructuras derivadas de células. Estos, avanza Bayés, “Probablemente no requieran toda la célula, sino solo componentes de esa célula”.
El propio Antoni Bayés lidera un ensayo clínico para reparar el corazón con un bioimplante que contiene células madre (PeriCord), autorizado en 2018 por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Continúan buscando mecanismos por los cuales las células madre puedan ayudar a restaurar el músculo cardíaco dañado. En este sentido, hace unos meses publicaron un estudio en Materiales Bioactivos sobre un paso más en el perfeccionamiento de su diseño de ingeniería de tejidos, en el que muestran que “Se puede inducir la regeneración del músculo cardiaco con la aplicación de vesículas extracelulares en un bioimplante, sin añadir células”.
Es un resultado muy alentador, pero reconoce que este avance no deja de ser una innovación a medias, como él mismo admite. “Mirando hacia el futuro, pero no va a ser fácil ni rápido”.
Biomarcadores y su utilidad
Por su parte, Rosa Suades Soler del Instituto de Investigación Biomédica de Sant Pau (IIB SANT PAU) de Barcelona, explica que “uno de los principales avances de la medicina cardiovascular actual es poder predecir un evento cardiológico en un sujeto sano en un paciente concreto”. De ahí el interés reciente en el uso de biomarcadores. “Pueden ser diagnósticos, pronósticos o terapéuticos y para que sea ideal debe cumplir tres requisitos fundamentales”. En primer lugar, añade, que sea medible, es decir, “que se pueda realizar en un entorno hospitalario, que añada información adicional a la que ya tiene el clínico, y que ayude en el manejo terapéutico”.
“Usamos biomarcadores no solo para enfermedades, sino también para factores de riesgo. Esto también es muy importante para la evolución de las comorbilidades. Y a pesar de que hay muchos biomarcadores en desarrollo, así como múltiples investigaciones en curso, actualmente los más utilizados biomarcadores en la práctica clínica siguen siendo los péptidos natriuréticos y las troponinas”, desarrollar.
En este sentido, recordar que las troponinas son específicas del tejido cardíaco, son marcadores de necrosis y daño miocárdico. “Su desarrollo generó un cambio drástico en el manejo de los pacientes con dolor torácico. Y la incorporación de las troponinas más sensibles logró un diagnóstico más temprano. Por todo ello, son el biomarcador de referencia en el diagnóstico del síndrome coronario agudo”.
El BNP (péptido natriurético tipo B) y el NT-proBNP, por otro lado, son liberados por los cardiomiocitos, así como marcadores de estrés hemodinámico. “Son excelentes biomarcadores para el diagnóstico de IC y predictores del desarrollo de esta enfermedad. Su papel en la terapia guiada no está claro, pero el diagnóstico diferencial y la presentación clínica es muy importante”, índica.
Un caso de éxito de un nuevo biomarcador que está adelantando Suades es el ensayo EDICA, diseñado para validar el desempeño de Apo J-Glyc como nuevo biomarcador para la detección precoz de isquemia miocárdica, y que forma parte del Proyecto AGLYC, financiado por la Comisión Europea en el marco del Instrumento PYME del Programa Horizonte 2020.
“La validación de este nuevo biomarcador supone un importante avance en el campo cardiovascular, ya que actualmente no existen biomarcadores específicos para la detección precoz de isquemia”. Este diagnóstico precoz, aclara, “Permitirá identificar el evento cuando el daño cardíaco es reversible, minimizando las consecuencias de la enfermedad”.
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