El cineasta Isaki Lacuesta conmueve y siembra dudas con su película sobre el atentado de Bataclan, basada en el libro del superviviente Ramón González Paz, amor y death metal . recién publicado, un año una noche Plantea interrogantes porque, lejos de servir a la audiencia un relato coherente de las consecuencias de aquella noche de noviembre de 2015, prefiere ofrecer un mosaico de impresiones tan creíbles por sí mismas como discordantes en su conjunto.
De hecho, entre otros temas, Lacuesta aborda aquí el tema de la memoria inventada. Inventados ya sea porque evocamos una verdad que se perdió en el laberinto de la memoria o por la necesidad de negar una realidad que no queremos enfrentar.
¿Cómo nos van a entender los demás si no recordamos lo mismo?
–¿Y quién quiere entendernos?
La película de Isaki Lacuesta advierte sobre la ligereza de la memoria: no hay verdades absolutas
Este diálogo entre los protagonistas, incapaces de recordar los detalles de aquella trágica noche unos meses después, sugiere la dificultad de superar el estrés postraumático en compañía de las demás víctimas, la ardua reinserción social. Pero también la imposibilidad de establecer una verdad única e indiscutible, sobre todo si se refiere a hechos vividos en la superficie. Y la duda, también, de si esa verdad realmente le interesa a alguien.

Dos mujeres se abrazan en el primer aniversario de los atentados, en 2016
El autor de este artículo tiene una experiencia relacionada con esos ataques. Junto con otros cincuenta periodistas, pasé toda la noche del 13 al 14 de noviembre resguardado tras el cordón policial en el Boulevard Voltaire, esquina con Richard-Lenoir, a unos 200 metros de la sala de conciertos, enviando textos y videos a este diario. Al poco tiempo de escuchar fuertes detonaciones -luego supimos que fueron provocadas por la policía para someter a los terroristas- comenzó a circular la información de que el Presidente de la República y el alcalde de París iban a pasar por el lugar donde nos encontrábamos en automóvil.
No llegamos a verlos, porque al final accedieron al lugar por otra avenida. Todavía no sé si la decisión de desviarlos tuvo que ver con una información que surgió pocos días después: en el mismo espacio que ocupábamos los periodistas, junto al cordón policial, la presencia del autor intelectual de los atentados, Abdelhamid Abaaoud, fue detectado. Se desconocía sus propósitos, si pretendía inmolarse (nuevamente ante las autoridades) o si solo respondía al patrón del psicópata que llega a deleitarse con la contemplación de su obra maestra.
Cuando salió la noticia, traté de recordar a las personas que venían detrás de nosotros para curiosear, la mayoría de ellos de restaurantes y bares cercanos. Y, de alguna manera, se fijó en mi memoria la imagen de un joven larguirucho y moreno, que detrás de nosotros observaba todo con una sonrisa irónica. Nunca he podido despejar la duda de si realmente estaba allí, con sus rasgos parecidos a los del asesino, o si se trataba de un recuerdo inventado como los que cuentan los protagonistas de la película, fruto de la perturbación emocional de una noche diferente. Me inclino más por lo segundo.
Entre otros logros, Lacuesta, en esta exquisita película, cuenta una historia de derribo de verdades absolutas. La película nos lleva a pensar en la distinción de Tzvetan Todorov entre memoria literal y memoria ejemplar y, sobre todo, en su crítica a la memoria sagrada.
En nuestra sociedad burbuja, compartimentada en celdas por las redes sociales, se tiende a transmitir la historia a partir de testimonios que parecen irrefutables, sin valorar adecuadamente la debilidad de la memoria. Cada burbuja contiene su propia verdad, preservada entre los adeptos para que no se contamine con la verdad de los demás.
Por eso son dignas de apreciar las tramas construidas a través de personajes que son pura confusión y paradoja. Como el hecho mismo de vivir.
Una experiencia colectiva
Habrá que ver si la petición de Isaki Lacuesta de que el público acuda a los cines a disfrutar de su nueva película, antes de esperar a verla por televisión, surtirá efecto. En este caso tiene más sentido que nunca promover el cine como una experiencia colectiva. Porque fue en parte contra eso que los terroristas atacaron el 13 de noviembre de 2015: el modo de vida de una sociedad que tiende a reunirse para disfrutar de los placeres de la vida, en un rock room o en la terraza de un bar.
Arte en las paredes de la construcción
¿Quién iba a pensar hace unos años que la web de una constructora como Núñez y Navarro tendría un espacio dedicado a los grafiteros? Todo cambia. La explicación es la puesta en marcha por la propia empresa del proyecto NNWallery, que promueve el grafiti artístico (necesariamente efímero) en los muros de mampostería, antes de la construcción del edificio. El artista Dennis Schuster, que crea bajo el seudónimo DXTR, trabajará en una trama del barrio del Clot hasta el día 26.
La ausencia del alcalde de Madrid
Más de un centenar de alcaldes de las grandes ciudades han participado en Buenos Aires en la cumbre C-40, la conferencia que aborda la crisis climática y de la que Ada Colau es vicepresidenta europea. Junto a ella llegaron los primeros alcaldes de París, Londres, Nueva York, Los Ángeles, Buenos Aires o Ámsterdam. Muy llamativa fue la ausencia del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que durante la COP-25 se había esforzado en presentar a la capital como una ciudad comprometida con la causa climática.
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