¿Quieres que me desnude en tu película? Estas son mis condiciones | Negocio

Antes de rodar una de las tomas más recordadas de la capa del miedo (1991), Martin Scorsese hizo una curiosa advertencia a la actriz Juliette Lewis: “Bob va a hacer algo”. Robert De Niro (Bob), que interpretaba a un peligroso criminal con sed de venganza, tuvo que limitarse a besar a la actriz, una colegiala de 15 años a la que seducía. Pero él fue más allá de ella: se acercó a Lewis (entonces 17 años) y, tras tocarle la mejilla, le metió el pulgar en la boca de forma lasciva e insistente, mientras las cámaras captaban el rostro sorprendido de la actriz.

Hoy, tal situación dispararía una cadena de alarmas. El movimiento Me Too ha levantado una ola de conciencia sobre el bienestar de los actores y, en especial, de las actrices. Este es un fenómeno que se refleja en los contratos con las estrellas, donde la desnudez parcial (como la de Ana de Armas en Rubio) o integrales (como la de Emma Thompson en Buena suerte, Gran Leo.) son el resultado de horas de negociaciones y cláusulas cuidadosamente estudiadas.

Grabar una escena de sexo no es fácil. Los implicados marcan cuáles son las líneas rojas en sus contratos, de modo que, si aparece en pantalla alguna parte íntima del actor -un culo, un pezón, un pene o una vagina- o hay sexo simulado, todo queda pactado en ventaja. No hay lugar para la improvisación. Isabel Mariscal, abogada que asesora a directores, guionistas y productores y socia de Singular Law, señala que, en algunos contratos de diez páginas, “sólo ocho detallan cómo se graban las escenas sexuales”.

lenceria especial

Es justo lo que no se hizo en el rodaje de la película El último tango en París (1972). Su director, el italiano Bernardo Bertolucci, tenía fama de explotar a los actores para conseguir reacciones genuinas en la pantalla. Uno de los momentos más polémicos es cuando Marlon Brando sodomiza al personaje de Maria Schneider, quien entonces tenía 19 años. En una entrevista que la actriz concedió en 2007 al Daily Mirror, lamentó no haber contactado con un abogado en ese momento, tras vivir situaciones que “no estaban en el guión”, denunció. Con el fin de prevenir el abuso, es común que las estrellas exijan por contrato un entorno íntimo y amistoso antes de desabrocharse la cremallera. Lo consiguen, por ejemplo, exigiendo lencería especial, como pezoneras, ropa interior de color carne o prendas barrera para evitar el contacto excesivo. Además, pueden limitar el personal presente en el plató de rodaje; o exigir a los presentes que dejen sus teléfonos móviles en la puerta, para evitar filtraciones de sus desnudos en internet.

Iñigo de Lacalle, socio de Senn, Ferrero y Asociados, explica que, en situaciones como esta, no todos los famosos tienen el mismo margen para imponer sus condiciones. Como en todo, la fuerza negociadora “depende del calibre de la estrella”, explica el abogado. Un actor o actriz que se inicia en la industria tiene “casi cero margen de negociación” para trazar sus estándares, mientras que Los consagrados intérpretes disfrutan de capacidad “casi total” para diseñar sus escenas de sexo. La abogada Isabel Mariscal lo explica así: “Si el contrato no tiene mucho prestigio, el contrato va y vuelve firmado enseguida”; si es una celebridad, “puede haber hasta 10 delanteros”.

¿Qué pasa si el actor o la actriz no está satisfecho con una escena de sexo ya tiro? ¿Puedes detener el estreno de una película? Es dificil. En ocasiones, las actrices tienen acceso al metraje para validar que están de acuerdo con las imágenes captadas, aunque no todos los productores aceptan esta condición. Si la actriz o actor se siente denigrado por una escena que ya ha sido publicada, la industria del cine tiene poderosas armas legales para que el estreno de la película no quede en el limbo por una demanda.

Esto es así porque, en la mayoría de los contratos, los intérpretes “renuncian a solicitar medidas cautelares ante un juez que justifiquen la imposición del cese de la producción, distribución, promoción o exhibición de la película”, explica Iñigo de Lacalle. La firma de esta cláusula, apunta el letrado, no supone que el profesional renuncie a acudir a los juzgados en el futuro.

Otro tema espinoso es qué hacer con el metraje que se descarta. Especialmente con desnudos y tomas íntimas. Si la empresa se queda con el material (lo más habitual), debe garantizar que no acaba en manos de desconocidos, o peor, en las redes sociales, subraya la abogada Isabel Mariscal. “Si se liberan los ingresos brutos de la filmación”, advierte, “la responsabilidad será del productor”. Para evitar este escenario, los trabajadores del laboratorio, que manipulan las imágenes, firman estrictas cláusulas de confidencialidad.

Uno de los problemas de los desnudos, explican fuentes jurídicas del Sindicato de Actores, es que su regulación a través de un convenio colectivo tiene un difícil encaje legal. La imagen es un “derecho muy personal”, explican, por lo que cada uno es libre de negociar con ella como le plazca. “Colectivizar este tema en un acuerdo sería complejo”, apuntan. La única disposición legal sobre desnudez y sexo simulado en el gremio está contenida en el artículo 31 del convenio que regula la relación entre productores y actores. Especifica que la desnudez no puede utilizarse en material publicitario, como vallas publicitarias o tráileres, sin el consentimiento previo por escrito del artista.

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